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A tod@s las madres, padres, enfermer@s o estudiantes de enfermería y gente en general preocupad@s por dar los mejores cuidados a l@s más pequeñ@s.
Espero que la información proporcionada os guste y sea de utilidad.

domingo, 22 de enero de 2012


EL VÍNCULO O APEGO
El niño, como ser humano, nace programado para sobrevivir en determinadas condiciones pero también bajo la premisa de que sus necesidades básicas sean cubiertas: fisiológicas (alimentación, higiene, sueño, etc...), de protección ante posibles peligros (reales o imaginarios), de explorar su entorno, de jugar y de establecer vínculos afectivos.
Los vínculos afectivos son una necesidad que forma parte del proyecto de desarrollo de un niño recién nacido. Si esta necesidad no es satisfecha, el niño, adolescente, joven o adulto sufrirá de "aislamiento o carencia emocional".
El vínculo o apego es la relación emocional especial que se establece entre el niño y la persona que lo cría o lo cuida. Se expresa por el modo en el que el niño que lo establece emite determinadas conductas con el objetivo de mantener físicamente cerca la persona de referencia. Dichas conductas pueden ser evidentes a partir del primer mes de vida. Es una relación especial que el niño establece con un número reducido de personas. Es un lazo afectivo que se forma entre él mismo y cada una de estas personas, un lazo que le impulsa a buscar la proximidad y el contacto con ellas a lo largo del tiempo. Es, sin duda, un mecanismo innato por el que el niño busca seguridad. Las conductas de apego se hacen más relevantes en aquellas situaciones que el niño percibe como más amenazantes (enfermedades, caídas, separaciones, peleas con otros niños....). El llorar es uno de los principales mecanismos por el que se produce la llamada o reclamo de la figura de apego. Más adelante, cuando el niño adquiere nuevas capacidades verbales y motoras, no necesita recurrir con tanta frecuencia al lloro. Una adecuada relación con las figuras de apego conlleva sentimientos de seguridad asociados a su proximidad o contacto y su pérdida, real o imaginaria genera angustia.
Aunque lo ideal es que el apego se incorpore tempranamente en la vida, igualmente el niño lo puede vivenciar en el transcurso de los años. Primero nos apegamos con nuestros padres, nuestros amigos, luego a nuestra pareja y con nuestros hijos, por lo tanto estamos llenos de apego. Sin embargo, las experiencias de apego posteriores son más enriquecedoras si el individuo experimentó la relación primaria de apego padres e hijo.


Desde que los partos de trasladaron de las casas a los hospitales, el contacto inmediatamente posterior al nacimiento entre la madre y su hijo, fue postergándose. En beneficio de un minucioso control neonatal, el contacto del niño con su madre se limitó a un pequeño abrazo antes o después de haber practicado al recién nacido los exámenes de rigor. Sin embargo, desde hace una década la vuelta a lo natural y al ritual del parto normal está renaciendo. Hace 30 años fue el neonatólogo norteamericano Marshall Klauss quien definió por primera vez el apego como una instancia vital y a tener muy en cuenta a la hora de proporcionar cuidados de calidad.

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