EL VÍNCULO O APEGO
El niño, como ser humano, nace programado para
sobrevivir en determinadas condiciones pero también bajo la premisa de que
sus necesidades básicas sean cubiertas: fisiológicas (alimentación,
higiene, sueño, etc...), de protección ante posibles peligros (reales o
imaginarios), de explorar su entorno, de jugar y de establecer vínculos
afectivos.
Los vínculos afectivos son una necesidad que forma parte
del proyecto de desarrollo de un niño recién nacido. Si esta necesidad
no es satisfecha, el niño, adolescente, joven o adulto sufrirá de
"aislamiento o carencia emocional".
El vínculo o apego
es la relación emocional especial que se
establece entre el niño y la persona que lo cría o lo cuida. Se expresa por
el modo en el que el niño que lo establece emite determinadas conductas con el
objetivo de mantener físicamente cerca la persona de referencia. Dichas
conductas pueden ser evidentes a partir del primer mes de vida. Es una relación
especial que el niño establece con un número reducido de personas. Es un lazo
afectivo que se forma entre él mismo y cada una de estas personas, un lazo que
le impulsa a buscar la proximidad y el contacto con ellas a lo largo del
tiempo. Es, sin duda, un mecanismo innato por el que el niño busca seguridad. Las
conductas de apego se hacen más relevantes en aquellas situaciones que el niño
percibe como más amenazantes (enfermedades, caídas, separaciones, peleas
con otros niños....). El llorar es uno de los principales mecanismos por el que
se produce la llamada o reclamo de la figura de apego. Más adelante, cuando el
niño adquiere nuevas capacidades verbales y motoras, no necesita recurrir con
tanta frecuencia al lloro. Una adecuada relación con las figuras de apego
conlleva sentimientos de seguridad asociados a su proximidad o contacto y su pérdida,
real o imaginaria genera angustia.
Aunque lo ideal es que el apego se incorpore tempranamente
en la vida, igualmente el niño lo puede vivenciar en el transcurso de los años.
Primero nos apegamos con nuestros padres, nuestros amigos, luego a nuestra pareja
y con nuestros hijos, por lo tanto estamos llenos de apego. Sin embargo, las
experiencias de apego posteriores son más enriquecedoras si el individuo
experimentó la relación primaria de apego padres e hijo.
Desde que los partos de trasladaron de las casas a los
hospitales, el contacto inmediatamente posterior al nacimiento entre la madre y
su hijo, fue postergándose. En beneficio de un minucioso control neonatal, el
contacto del niño con su madre se limitó a un pequeño abrazo antes o después de
haber practicado al recién nacido los exámenes de rigor. Sin embargo, desde
hace una década la vuelta a lo natural y al ritual del parto normal está
renaciendo. Hace 30 años fue el neonatólogo norteamericano Marshall Klauss
quien definió por primera vez el apego
como una instancia vital y a tener muy en cuenta a la hora de proporcionar
cuidados de calidad.
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