EL APEGO NADA MÁS NACER
Los primeros gestos de apego han sido estudiados
detalladamente por el doctor Pierre Rousseau, gineco-obstetra y consejero de la
Oficina de Nacimiento e Infancia de Bélgica, quien, a través de la grabación de
numerosos nacimientos, ha establecido
los primeros signos de comunicación entre el recién nacido y su madre. Señala
que “cuando el niño nace, es colocado sobre el pecho de su madre para que
logre mantener su temperatura”, en ese momento es capaz de reconocer su
olor, así como también el de su padre. Luego, busca instintivamente la
mirada de su mamá y cuando la ve a los ojos la reconoce, se tranquiliza y deja
de llorar”. Desde el momento de nacer los niños fijan la vista a 30
centímetros de distancia, reconociendo perfectamente figuras, colores y la
imagen de su madre y su padre.
Los minutos posteriores al parto son los más propicios
para el apego, porque tanto la madre como el niño atraviesan por un período de
gran sensibilidad denominado “de alerta”, que no se verá más en el recién
nacido hasta pasado el primer mes de
vida. La madre, tras el parto, produce en su organismo altos niveles de oxitocina,
hormona conocida como del “enamoramiento”, que permite a través del contacto
piel a piel, el desarrollo temprano de un acentuado instinto materno. A
los 20 o 30 minutos de estar juntos y guiado por su sentido del olfato el niño
busca el pecho de su madre para alimentarse, aunque algunos niños no buscan
el pecho sino hasta 2 o 3 horas después del parto, satisfaciendo así,
durante los primeros momentos de vida, sus necesidades básicas a través del
calor, protección y la leche de su madre.
En una primera etapa, los pequeños perciben todo a través
del tacto y el oído por lo que es muy importante hablarles y tocarlos.
Muy importante el fomento de la lactancia materna y el colecho los
primeros 6 meses, el uso de muñecos “dou-dou” (por la absorción del olor
de sus progenitores y tacto agradable), el “método canguro o piel a piel”
(que les mantiene en contacto directo, proporcionándoles calor, un tacto y olor
conocidos) y el masaje infantil (es una práctica muy fácil, que requiere de sólo algunos minutos y que se puede hacer con cremas después del baño o antes de acostarle, le ayuda a relajarse). Las técnicas de apego padres-hijo deben ser continuas y se
pueden lograr al mudarlo, bañarlo, vestirlo, sacarle los gases, mecerlo, besarlo o abrazarlo.
Además, aunque en un principio no existe gran
diferencia entre el apego de la madre y del padre con el lactante, el objetivo
es que el menor sea capaz de reconocer a ambos progenitores, que se sienta
cómodo y protegido con los dos. Sólo cuando está cerca de cumplir un año, el
niño comienza el proceso de vinculación con figuras femeninas y masculinas.
El hecho de que el niño viva el proceso de apego con una
figura femenina y una masculina es más enriquecedor y acelera el desarrollo
cognitivo y psicosexual del niño. El apego puede formarse con una o varias
personas, pero siempre con un grupo reducido. La existencia de varias figuras
de apego es, en general, la mejor profilaxis de un adecuado desarrollo afectivo
dado que el ambiente de adaptación del niño es el clan familiar y no la
relación dual madre-hijo.
Cuando los partos se dificultan, como por ejemplo después de
una cesárea donde la madre ha sufrido algún tipo de complicación, el padre
puede experimentar con éxito la primera experiencia de apego con el niño. En
casos en que las razones por razones de salud la madre no puede estar cerca de
su hijo recién nacido durante días o semanas, es justamente él quien establece
apego con el niño y análisis posteriores de estos casos, indican que los bebés
se benefician tanto como si hubieran vivenciado el apego con su madre. Si el
contacto madre e hijo no se da en los minutos posteriores al parto, no
significa que no pueda retomarse después. El valor del apego seguro es
incalculable, el apego posterior a través de estímulos de la madre hacia el
niño también puede desarrollarse de manera efectiva y alcanzar un proceso de
vinculación feliz.
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